En 2025, con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la relación entre Estados Unidos y América Latina entra en una nueva fase de tensa calma, marcada por políticas migratorias más estrictas, un proteccionismo económico que relega a la región a un segundo plano y un discurso antiinmigrante que intensifica la polarización. Mientras se debilitan la cooperación multilateral y los apoyos al desarrollo, América Latina enfrenta el desafío de fortalecer sus instituciones democráticas, diversificar alianzas y construir puentes de comercio justo y diálogo político para consolidarse como un interlocutor autónomo y digno en el escenario global.

Hoy por hoy, este 2025, Trump de nuevo en la Casa Blanca, la relación entre Estados Unidos y la América Latina ha desembarcado en una nueva fase de silenciosa tensión no hay escándalos diarios de redes sociales, como antes, pero hay decisiones concretas que impactan en la región, aunque muchas veces no emergen en el titular.
La historia enseña que cuando los Estados Unidos estornudan, la América Latina resfría. Hoy, a la región le ha tocado el regreso de un muro invisible: menos cooperación, más presión y un desvínculo de alianzas que amenaza con logros democráticos y económicos.
Política: Más control, menos cooperación
Trump 2.0 ha fijado una línea migratoria aún más dura que en su primer periodo. El “orden en la frontera” ha resultado en más deportaciones, menos permisos humanitarios; todo lo cual implica que su trato al respecto con sus países juega con otras monedas en el mercado migratorio que ironía, Estados Unidos ha estado desgastando durante décadas. México ha vuelto a ser el “muro humano”, deteniendo migrantes del sur, mientras Centroamérica permanece marginada a menos que implique el freno de caravanas o negociar pactos de tercer país seguro. La Administración ha vuelto a prevenir clasificar a los cárteles mexicanos como terroristas, incluido el utópico uso de la fuerza directa, lo que México ha rechazado categóricamente (DW).
🇻🇪 [María Corina Machado: la estratega que está derrotando una dictadura] 🇻🇪
— Visión Liberal (@vision_liberal) June 5, 2025
✊ La historia reciente de Venezuela ha dado un giro inesperado. Lo que parecía una dictadura inquebrantable hoy muestra señales de debilitamiento gracias a la estrategia liderada por @MariaCorinaYA y… pic.twitter.com/ylq1dBZ9LN
La política exterior de Estados Unidos ha evolucionado, en esta lógica, a ser la de una política exterior transaccionista (con nosotros o contra nosotros), debilitando el multilateralismo, premiando a gobiernos autocráticos funcionales con este tipo de intereses, mientras se aniquilan o presionan aquellos que no siguen la misma línea. La vuelta a acercar líderes como Javier Milei en Argentina, la vuelta a Nayib Bukele en El Salvador, y dejar de lado a otros gobiernos progresistas multiplican la polarización y, simultáneamente, disminuyen el espacio para una diplomacia constructiva (WOLA).
Economía: América Latina, socio de segunda
La promesa de “America First” se traduce, por enésima vez, en América Latina en “América Última”. Este retorno de la proteccionismo tiene su reflejo en la renegociación de acuerdos comerciales, las nuevas imposiciones de aranceles a algunos productos clave y la amenaza permanente de sanciones económicas. Sectores estratégicos como el automotor y el agroindustrial afrontan la incertidumbre en México, Brasil y Argentina, mientras que tratados como el T-MEC y el DR-CAFTA están en vías de revisión (Revista Summa).
Ciertamente, algunas economías han recibido inversión a la que ha contribuido el fenómeno del nearshoring, pero eso responde más a la competencia con China que a un plan de desarrollo regional. Y las inversiones han llegado en medio de reducciones de fondos de cooperación para desarrollo, educación, medio ambiente, etc. La región, con históricas desigualdades, necesita inversión a largo plazo y no limosnas condicionadas o tratados desiguales.
[La democracia no basta: el peligro de la tiranía de las masas]
— Visión Liberal (@vision_liberal) June 6, 2025
La democracia, aunque se vende como sinónimo de libertad y justicia, no garantiza un buen gobierno por sí sola. Sin instituciones sólidas, contrapesos efectivos y ciudadanos informados, el poder del pueblo puede… pic.twitter.com/QdqXdsVhob
Sociedad: Un clima tóxico que traspasa fronteras
El discurso antiinmigrante ha regresado con gran aplomo y dedicación. Si desde las campañas políticas que criminalizan a lo latino hasta las leyes discriminatorias y los ataques al odio, el clima social en EE. UU. ha aumentado sin cesar la hostilidad por parte de la ciudadanía de EE.UU. de América para con las comunidades inmigrantes. Las políticas de migración más duras están acarreando, por un lado, la deportación masiva de ciudadanos latinoamericanos, y por otro, imágenes de disminución de la posibilidad de enviar remesas que provocan incrementos en la vulnerabilidad social de los países de origen (Nuso).
La apatía que suscita el cambio climático, los derechos humanos y la cooperación internacional tienen efectos directos, puesto que la retirada de apoyos a convenios mundiales y la aniquilación de iniciativas en relación con la diversidad y la equidad dejan a las comunidades en una situación aún más comprometida; la presión en la que se hallan los países de la región para cargar con el coste de la contención migratoria y la seguridad fronteriza vuelve a reforzar la asimetría histórica de dicha relación.

¿Y ahora qué?
La problemática que enfrenta la región es la tentación de quedar atrapada entre la indiferencia y la presión. América Latina debe fortalecer sus instituciones democráticas, diversificar sus alianzas y defender el Estado de derecho ante la atracción de las tentaciones autoritarias o populistas. La sociedad civil, con su recorrido en la defensa de los derechos humanos y la democracia, debe ser la planteadora de las respuestas y la exigente en cuanto a respeto y a cooperación genuina (WOLA).
En plena época de muros visibles e invisibles, la salida es construir puentes: puentes de comercio justo, de diálogo político y de cooperación real. Solo así América Latina podrá dejar de ser el patio trasero y podrá empezar a ser un interlocutor digno y autónomo en el cuadro internacional.